miércoles, 22 de julio de 2009



Lo tuvo claro desde un principio:
De mayor, iba a ser jirafa.
Claro que no había contado con el calor que hace en verano. El niño jirafa estaba condenado a tres meses seguidos a la busca de sombra y refrescos.
-¡Niño, quítate eso que te va a dar algo!
Pero nada. El niño jirafa había tomado una determinación y era una cuestión de principios, asumiendo que, si bien lo más importante es la actitud, en este caso el traje no era menos importante.
Aunque en las noches de verano, sudando bajo la felpa y entre las hojas de árbol que forraban su cama, el niño jirafa sufría serias crisis vocacionales:
- ...¿y si me hago caribú? Al menos en Alaska se está fresquito...
Y soñaba con extrañas parajes africanos que habían sufrido una repentina glaciación.